No esperes a ser empujado

 
 

Una niña asustada permanece de pie pegada a la orilla de la alberca, sorda a los amorosos ánimos de su madre. “¡Salta, cariño! Yo te atraparé; te lo prometo. ¡Te va a encantar!” Los minutos pasan, marcados por el ritmo de las voluntades en duelo.

“¡Salta cariño, salta! Te va a encantar.”

“No, tengo miedo.”

Enfocada sólo en su miedo, la niña no siente la presencia silenciosa que está parada detrás de ella. Con un susurro de ánimo en su oído y un gentil pero firme empujón, él manda a su amada hija a tirarse al agua…justo hacia los brazos de su madre que la esperaban.

En un instante el miedo que retraía inmóvil a la amada niña da paso al gozo trascendente, “¡Lo hice! ¡Lo hice! ¿Podemos hacerlo otra vez?”

¿No es esta una maravillosa imagen de la vida?

Qué tan seguido nos encontramos de pie inmovilizados al borde de alguna obediencia prescrita por Dios, de la cual el resultado nos parece incierto, y de la cual la ejecución nos parece abrumadora, demasiado esfuerzo, o simplemente algo que no nos sentimos con ganas de hacer.

Todo ese tiempo, el Señor está llamándonos gentilmente a través de Su Palabra, “Salta, mi amado hijo. Yo te atraparé. Te lo prometo.” A lo cual nuestro corazón responde, “Tengo miedo”, o “Dolerá”, o “Es muy difícil”, o el muy familiar “No puedo” (la manera del cobarde de decir “No lo haré”).

A veces elegimos saltar. Más frecuentemente nuestro miedo (la manera diplomática de decir “incredulidad”) mueve Su amoroso y compasivo empujón. De cualquier manera, una vez inmersos en el acto nos encontramos animados por la gracia de Dios, emocionados por la zambullida.

Saltar hacia la gracia de Dios energiza nuestras vidas como creyentes. La vida eterna comienza sólo cuando dejamos el borde de la piscina. “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe…” (Efesios 2:8) y la abundancia diaria se encuentra en confiar en Sus brazos extendidos. “…Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericorida y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:16).

¡Animémonos unos a otros a saltar a la gracia de Dios y no esperar a ser empujados! Las recompensas sobrepasan por mucho los riesgos, especialmente cuando se trata de compartir el evangelio con el pueblo judío.

Las Fiestas de Otoño de Israel son un gran momento para dar el salto decisivo. Aquí hay algunas ideas:

  1. Envía una tarjeta de Rosh Hashaná para desearle un saludable Año Nuevo a tu amigo.

  2. Hornea o compra un tradicional pastel judío o postre que contenga manzanas y miel.

  3. Invita a un obrero de campo de Life in Messiah a que te acompañe a ti y a tu amigo por un café o comida, ¡pero sé sincero al respecto!

  4. Pregunta si puedes acompañar a tu amigo a comer o a tomar un café en una suká (tienda o tabrnáculo temporal) durante Sukot (Fiesta de los Tabernáculos).

¡No esperes a ser empujado!

Escrito por Dan, presidente de la Mesa Directiva de Life in Messiah.



Previous
Previous

La Vista de Jacob

Next
Next

Shemá