Atendiendo la fe
Estoy convencida de que mi hermano nació con no sólo uno, sino un doble don para crecer plantas.
De alguna manera, él obtuvo una doble porción de la habilidad para crear cosas con las plantas. Yo sólo puedo aspirar a su nivel. En retrospectiva puedo ver por qué fue así. Mientras yo iba tras una escena social vacía, él iba en busca de “oro” en el invernadero de la escuela. Su talento es natural, pero también su maestro de horticultura invirtió en él a lo largo de toda su preparatoria. Su vida ahora recoge los frutos de ese trabajo duro.
Como adulta, me deleito en un jardín bien mantenido pero carezco del conocimiento de todos los consejos y trucos que le vienen automáticamente a mi hermano.
Caí en cuenta mientras recientemente podaba mi cama de flores, de lo insensata que he sido por esperar días soleados para emprender esa tarea. Normalmente suelo salir a hacerlo con el sol dándome en la cara, el sudor mezclado con tierra, y mis manos manchadas de verde. Eso sólo hacía la tarea de podar mucho menos apetecible.
Pero hoy fue disitinto.
Había llovido por algunos días y el cielo estaba nublado. Sombras cubrían el día y las malas hierbas se salían fácilmente de la tierra.
Tanto Mateo, como Marcos y Lucas hablan de una mujer que había vivido en la tierra de sombras de una enfermedad crónica por doce largos años. El pasaje en Lucas 8:43 describe a detalle su desesperación.
Un incurable trastorno hemorrágico había agotado todos sus ahorros en médicos, sin provehco alguno. Ella era una marginada de la sociedad.
Ella era considerada como inmunda de acuerdo a la ley Levítica y por lo tanto, estaba forzada a vivir en las afueras de la vida normal judía.
Esto fue hasta que escuchó de un Nuevo Médico.
Uno que tocaba leprosos y sanaba su cuerpo, mente y alma.
En su mente ella sabía que si tan solo tocaba los tzitzit (flecos) de Su manto, ella sería sanada. Esta idea la impulsó audazmente a moverse entre la multitud de personas donde su pequeño hilo de esperanza se encontró con el borde de Su manto.
La Escritura nos dice que ella fue inmediatamente sanada. Su enfermedad se había encontrado con alguien más poderoso que ella misma.
Jesús sintió que poder había salido de Él y se puso a buscar quién había “tocado” Su manto. Se encontró cara a cara con esta mujer que había sufrido tremendamente pero que ahora había sido restaurada.
Su acto de fe fue el cumplimiento de una profecía.
“Mas para vosotros que teméis mi nombre, se levantará el sol de justicia con la salud en sus alas; y saldréis y saltaréis como terneros del establo.”
Malaquías 4:2
La palabra Hebrea para las alas de un pájaro o de un ángel es kanaph. Esta palabra también se usa para hablar de los bordes de una prenda, que se pueden mover con el viento, dando la apariencia de un aleteo.
El Sol de Justicia restuaró completamente a su plenitud a esta mujer. Fue por cuanto ella tuvo fe, dijo Él.
Mucho de la jardinería es como un acto de fe.
Hay una parte que conlleva arremangarse y ensuciarse las manos. Involucra esfuerzo. Se requiere conocimiento para tener éxito. Actuamos sin ver resultados inmediatos. Por fe esperamos, atendemos y esperamos un poco más. Los resultados nos dejan sin palabras.
Arrodillarme en la tierra de mi jardín me recordó a esta mujer quien sin duda se arrodilló en la tierra para alcanzar el borde de Su manto. Por fe ella se acercó y se encontró bajo la sombra de Sus alas. Su pequeño grano de fe cambió el rumbo de su vida.
“La esperanza que se demora enferma el corazón,
pero el deseo cumplido es árbol de vida.”
Proverbios 13:12
Escrito por Kori, staff de Life in Messiah
¿Qué área de tu fe necesita que atención?
Para crecer, una planta necesita sol, agua e incluso podarla. ¿En qué etapa te encuentras en este momento?
¿A quién puedes ayudar a crecer en tu vida?