En Debilidad

 
 

Y dada la extraordinaria grandeza de las revelaciones, por esta razón, para impedir que me enalteciera, me fue dada una espina en la carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca. Acerca de esto, tres veces he rogado al Señor para que lo quitara de mí (2 Corintios 12:7-8).

Mucha tinta se ha utilizado especulando acerca del aguijón en la carne de Pablo. ¿Era este aguijón algún tipo de impedimento del habla? ¿Problemas de visión derivada de su ceguera temporal? ¿Antagonismo de sus oponentes personales? ¿Una tentación pecaminosa?

Haya sido espiritual, emocional, o física, el agujón en la carne de Pablo era una lucha seria y prolongada. Una de la que él repetidamente rogaba ser libre.

Como muchos, me puedo identificar profundamente con los ruegos de Pablo por liberación. Una pelea con el COVID hace casi tres años me dejó con un dolor crónico que viene y va impredeciblemente. Algunos días podría escalar una montaña; otros días sería una tonta si lo intentara.

Mientras lucho por aceptar mi debilidad física, me preocupo por el futuro. ¿Me recuperaré por completo alguna vez? ¿Es un error seguir mi vocación en el extranjero? ¿Me sostendrá mi salud a través de los rigores del ministerio de tiempo completo? Como Pablo, he solido rogarle a Dios que me libere de mi debilidad. O al menos que me explique por qué no lo ha hecho. ¿Por qué, Dios?

Cualquiera con una enfermedad crónica o una condición que altera su vida se puede identificar. El sufrimiento es lo suficientemente difícil por sí mismo, pero especialmente cuando lo es sin razón aparente. ¿Qué propósito puede haber en la debilidad que reduce nuestra libertad o estorba nuestra habilidad para servir? ¿No seríamos más efectivos si estuviéramos rebosantes de salud?

Encuentro reconfortante que Pablo, uno de los apóstoles más influyentes y el autor de una gran porción del Nuevo Testamento, se hizo preguntas similares.

Pablo menciona su aguijón en la carne en una carta a la iglesia de Corinto, cuyas mentes/cabezas habían sido trastornadas por falsos maestros. Refutando la versión del evangelio de esos maestros, Pablo se lanza en un recital sarcástico de sus propias credenciales de apóstol. Primero, saca a relucir su condición de hebreo e israelita (2 Corintios 11:22). Luego, enlista las pruebas que ha atravesado por el bien de su ministerio. Después alude a las “visiones y revelaciones del Señor” y el ascender al “tercer cielo” (2 Corintios 12:1-4). Finalmente, el anticlimax: el aguijón en la carne de Pablo. Una seria debilidad.

“Acerca de esto, tres veces he rogado al Señor para que lo quitara de mí” escribe él (v.8). Y Dios, en lugar de decir, “Te lo voy a quitar, Pablo”, o “Aquí está una explicación teológica de tu aflicción, Pablo”, le dice: 

“Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad” (v.9).

Para aquellos en el ministerio a los judíos, a veces nuestra mayor lucha no es tanto una limitación interna, sino más una sensación de debilidad ante la oposición externa. Nosotros solemos enfrentar fuerte resistencia al evangelio en comunidades judías, quienes ven el evangelismo como un ataque a su identidad judía. Aunque podemos sentirnos abrumados por esto, Dios no está desconcertado. Pablo mismo alguna vez vio creer en Jesús como antiético a la fe judía y fue tan lejos como para arrestar creyentes y traerlos a juicio. Pero Dios no fue más estorbado por la oposición inicial de Pablo como por el aguijón en la carne de Pablo después. Sea nuestra debilidad interna o externa, la fuerza de Dios sobrepasa todo.

Pablo le dice a los Corintios: “Por tanto, muy gustosamente me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí. Por eso me complazco en las debilidades, en insultos, en privaciones, en persecuciones y en angustias por amor a Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (vs. 9-10).

Esto no significa que el aguijón en la carne de Pablo no continuó molestandolo. No significó que su vida o ministerio se volvieron más fácil. De hecho, sabemos que Pablo pasó sus años finales bajo arresto domiciliario antes de morir como un mártir.

Lo que sí significa es que Dios sostuvo a Pablo a través de cada prueba que atravesó. Y que al día de hoy, millones de creyentes en Jesús podemos dar fe de que el aguijón en la carne de Pablo, lo que haya sido, no obstaculizó la capacidad de Dios para obrar poderosamente a través de él.

Lo mismo es cierto para ti y para mí. Nuestros fracasos, nuestras debilidades y nuestras luchas pueden obstaculizarnos, pero no nos hacen instrumentos menos poderosos en las manos de Dios. Él nos bendice con dones y talentos, y obra a través de nuestras fortalezas, pero puede hacer lo mismo a través de nuestras limitaciones. No sólo Su obra no es obstaculizada por ellas, sino que Su poder es perfeccionado en nuestras debilidades.

Siempre echaré de menos la salud que di por sentada hace tres años. Continuaré luchando con mis limitaciones. Seguiré orando por sanidad. Pero también meditaré en 2 Corintios 12, el cual me asegura que mis debilidades no me descalifican para servir a Dios.

Cuando somos débiles, Él es fuerte.

Escrito por Miriam, Coordinadora de Comunicaciones de Life in Messiah


  1. ¿Crees que el poder de Dios se perfecciona en tus debilidades?

  2. ¿Has sido impactado por alguien que lucha con un aguijón en la carne? Pregunta cómo puedes orar por ellos en sus luchas y animarlos en las maneras que ves que Dios obra a través de ellos.

  3. Ora para que el poder de Dios obre en la comunidad judía alrededor del mundo. Ora para que ojos sean abiertos a la identidad del Señor Jesús como el Mesías judío y que corazones confíen en Él como Salvador.


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