Odio la alarma del reloj.

Pienso que la mayoría de las personas lo hacen. ¿A quién le gusta que un pequeño dispositivo le esté gritando que se mueva fuera de ese rincón acogedor de edredones y mantas para comenzar con las responsabilidades del día a día?

Mi odio personal por ese pequeño “mata sueños” es intenso. Tanto, que mi propio cuerpo se despierta unos minutos antes de la alarma únicamente para no tener que escucharla. No es algo que pienso conscientemente. Sencillamente pasa automáticamente.

Me parece que es mejor para mi despertar por mí misma que ser sacudida hasta despertar. Lo llamo Intención Automática.

La semana siguiente a la Pascua, Viernes Santo, y al Domingo de Resurrección siempre se siente muy plana para mí.

El crescendo de los eventos recordados. El Cordero de la Pascua sacrificado. La tumba del jardín hallada vacía. El duelo de los discípulos transformado en gozo. Aquel escéptico siendo capaz de tocar al Mesías resucitado con sus manos. “Id por todo el mundo…”.

Nada en la vida puede superar ese momento en la historia.

Pero los días siguientes a su conmemoración son muy parecidos a un océano sin brisa; sin olas, sólo calma.

Bíblicamente hay una actividad tranquila que es ordenada al pueblo de Dios durante este tiempo: la cuenta del Omer (La cuenta de las 7 semanas hasta la fiesta de Pentecostés; o la Fiesta de las Semanas). Desde Levítico 23 vemos una pequeña fiesta que se superpone con la Fiesta de los Panes sin Levadura. Es llamada la Fiesta de las Primicias. La Escritura nos dice que ésta ocurre el día después del Shabbat durante los Panes sin Levadura (Pascua).

Imagina esto conmigo: los habitantes de la antigua ciudad de Jerusalén estaban terminando su celebración Pascua. El Mesías había sido crucificado y yacía sepultado en la tumba. Los sacerdotes del Templo estaban ocupados preparando la Fiesta de las Primicias. Las primicias de la cosecha de la cebada fueron traídas esa noche para ser preparadas.

Casi puedo ver las gotas de sudor mientras los sacerdotes trillaban, tostaban, y molían la cebada hasta convertirla en harina. Luego tamizándola hasta obtener harina muy fina, y horneándola en hogazas de pan sin levadura. 

Y mientras los sacerdotes del templo remueven la última hogaza de los hornos, la tierra empieza a temblar. La piedra fue removida de la tumba. ¡El Mesías está vivo!

En el Templo, la ceremonia concluiría con los panes sin levadura ofrecidos sobre el altar junto con el holocausto de un cordero de un año.

Ofrenda en olor grato al Señor (Lev. 23:9- 13).

[Pablo subraya el significado simbólico para nosotros en 1 Corintios 15:20: “Mas ahora Cristo ha resucitado de entre los muertos, primicias de los que durmieron”.]

La ceremonia de las Primicias iniciaría con la Cuenta del Omer. Desde el primer día en que la cebada fue cosechada y traída al templo, se contaban 49 días hasta la siguiente fiesta: Shavuot (Pentecostés) en el día número 50. 

Esta fiesta tenía además un significado agrícola. Durante los 49 días de la cuenta del Omer, los manojos de trigo comenzaban a madurar en Israel. Así que, en el día 50 (Shavuot), la primera cosecha de trigo era traída al templo para celebrar la provisión de Dios (Levítico 23:15- 17).

¿Qué sucedió durante la cuenta del Omer en ese primer siglo?

En el primer día, Jesús se manifestó como el Mesías Resucitado a Sus discípulos: María Magdalena, Pedro, Juan, Tomás, los doce, y luego a 500 testigos. Una cosecha espiritual madurada.

Por 40 días del Omer (Hechos 1:3), Jesús les enseñó del Reino de Dios y les dio instrucción. Era tiempo para una importante preparación. Cuando Él ascendió, les mandó permanecer en Jerusalén hasta el bautismo del Espíritu Santo (Hechos 1:1- 8).

Todo sucedió tal como Él lo dijo. En el último día del Omer (el cual marca el comienzo de Shavuot), el Espíritu Santo fue derramado sobre los discípulos. Pedro predicó (Hechos 2) y nació la iglesia. Una gran cosecha de almas había comenzado.

La tradición judía alienta a los adoradores a emprender un viaje de remembranza y preparación durante la Cuenta del Omer. Luego de que los hijos de Israel fueran liberados de la esclavitud y salvados a través del Mar Rojo, fueron guiados hacia el desierto y preparados para recibir un regalo del Señor: La Torá en el Monte Sinaí.

El pueblo judío al día de hoy suele tomar pasos simbólicos de una intención por remover las impurezas de “Egipto” con el propósito de hacer espacio para recibir la Torá.

Como creyente en el Mesías Jesús, estudiar Su Palabra y el calendario bíblico me ha traído un profundo amor por los patrones de la vida judía. Ver cómo Dios cumplió Su Palabra y trajo un profundo significado a las fiestas bíblicas, me ha ayudado a dirigir mi alma en adoración.

Cuando mis sentidos perciben la primavera aproximarse, automáticamente comienzo a prepararme para la fiesta de los Panes sin Levadura (Pascua). Estoy despierta a las cuestiones espirituales más profundas de mi alma. Deseo limpiar espiritualmente mi casa de todas aquellas cosas que desagradan al Señor.

Es así entonces que estoy incitada a enfocarme en Su victoria sobre el pecado a través de la cruz y el poder de Su resurrección, haciendo posible la obediencia. Un viaje a través de la Cuenta del Omer de manera circunspecta hace espacio para la instrucción y provisión de Dios.

Estos ritmos provocan una intención automática, como una mano emergiendo de las cobijas para detener la alarma del reloj para que no suene. Esto despierta mi alma de un sueño profundo para estar alerta para trabajar en lo que requiere mi atención.


Escrito por Kori, LIFE staff


  1. ¿Has considerado qué significa que el Mesías Jesús sea nuestras “primicias” (1 Corintios 15:20)?

  2. ¿Hay cosas en tu vida que desearías que fueran hechas más con una “intención automática”? ¿Cuál tendría que ser el primer paso?

  3. Ahora que la Pascua y el Domingo de Resurrección han pasado, ¿cómo podrías mantener viva la “Pasión” por el Mesías y Su Palabra?


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