Primeros Llantos
El primer llanto no llegó. Todos estábamos en la sala de partos esperando, conteniendo la respiración. Pero no llegó.
El dulce recién nacido bebé fue llevado rápidamente a la estación de calentamiento y se presionó el botón de llamada para que vinieran las enfermeras de la UCIN. Los minutos parecían pasar lentamente, todavía no había llanto ni enfermeras. Mi corazón, que ya estaba acelerado, comenzó a latir a una velocidad que nunca antes había sentido. Una enfermera se dio cuenta de que el botón de llamada estaba roto, corrió hacia la puerta y pidió ayuda. Segundos después la sala se llenó de las benditas enfermeras.
Podía sentir el pánico de la mamá en su fuerte apretón de manos y automáticamente comencé a orar en voz alta al Dador de la vida.
Momentos después vino, el distintivo sonido del llanto de un recién nacido. El alivio corrió por la habitación. Lágrimas en muchos rostros, incluído el mío.
Ser una doula (ayudante de parto) me coloca en un espacio sagrado; ese momento en el que una familia trae una nueva vida al mundo. La palabra doula proviene de la palabra griega que significa el esclavo más bajo. En las Escrituras, Pablo dice en Romanos 1:1 que él es un doulos del Mesías. Debe servir en cualquier capacidad que se necesite en este momento; ningún trabajo es demasiado bajo para una doula. He dedicado ocho años de mi vida a atender a las mujeres y las familias durante el parto. Ha sido una de las mayores alegrías de mi vida ser testigo de esos primeros llantos.
Entonces, cuando las Escrituras hablan del regreso del Mesías con la metáfora de una mujer en trabajo de parto, mis oídos se animan.
Ahora bien, hermanos, con respecto a los tiempos y a las épocas, no tenéis necesidad de que se os escriba nada. Pues vosotros mismos sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como un ladrón en la noche; que cuando estén diciendo: Paz y seguridad, entonces la destrucción vendrá sobre ellos repentinamente, como dolores de parto a una mujer que está encinta, y no escaparán (1 Tesalonicenses 5:1-3; énfasis de la autora).
Pero todo esto es solo el comienzo de dolores [de la angustia intolerable y el tiempo de caos sin precedente] (Mateo 24:8; énfasis de la autora).
Con los acontecimientos actuales que están sucediendo en el mundo en este momento, no hay ninguna duda en mi mente de que estamos más cerca que nunca del regreso del Mesías. Obviamente, ¿verdad? Pero lo que me preocupa es una actitud que he encontrado en la iglesia.
“¿No es la persecución del pueblo judío parte de los dolores de parto? Eso significa que regresarán a (la tierra de) Israel y la profecía seguirá cumpliéndose. Jesús está regresando. ¿¡No es esto emocionante!?”
Si profundizáramos en esta línea de pensamiento, revelaría una actitud indiferente del corazón de algunos. Básicamente, “Jesús regresará y su cronograma está establecido, así que me sentaré y disfrutaré el espectáculo. ¿Alguien quiere palomitas de maíz?”
Yo preguntaría, ¿le dirías eso a una mujer en trabajo de parto?
“¡El parto ha comenzado con contracciones y este bebé va a nacer pronto! Busquemos nuestro lugar en la sala de espera”.
Como doula, en el momento en que escucho el grito de una mujer en trabajo de parto, salto a la acción. Inmediatamente estoy a su lado, ofreciendo contrapresión para aliviar las señales de dolor. Mi mente está evaluando lo que ella necesita observando sus formas no verbales (es decir, un trago de agua fría, un paño fresco para su cuello, algo de música relajante para ayudarla a concentrarse). Dios creó el cuerpo de una mujer para producir endorfinas naturales que alivian el dolor durante el parto, pero se necesita la ayuda de otros para activarlas.
En la metáfora de Israel siendo como una mujer en trabajo de parto y estos dolores de parto, en última instancia, una forma del juicio de Dios (Génesis 3:16), ¿qué esta por nacer? ¿Y cuál es el papel de la iglesia durante este tiempo?
Yo diría que lo que está naciendo o la vida que está por venir es la culminación de los acontecimientos de Zacarías 12:10:
Y derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén, el Espíritu de gracia y de súplica, y me mirarán a mí, a quien han traspasado. Y se lamentarán por Él, como quien se lamenta por un hijo único, y llorarán por Él, como se llora por un primogénito.
¿Cuál es nuestro rol como iglesia en este tiempo?
NOSOTROS somos los douloi (forma plural) del pueblo de Dios, a medida que se acerca el tiempo de la angustia de Jacob. El papel de la iglesia es amar y servir como el esclavo más bajo. Ofrecer consuelo y acompañarlos.
Él te ha declarado, oh hombre, lo que es bueno.
¿Y qué es lo que demanda el Señor de ti,
sino solo practicar la justicia, amar (y practicar diligentemente) la misericordia,
y andar humildemente con tu Dios [dejando de lado cualquier sentido exagerado de importancia o superioridad moral]? (Miqueas 6:8)
Y cualquiera que como discípulo dé de beber aunque solo sea un vaso de agua fría a uno de estos pequeños [aquellos que son de humilde condición o influencia], en verdad os digo que no perderá su recompensa (Mateo 10:42).
La vida de una doula es, cuanto menos, ocupada. Algunos días me encuentro despierta toda la noche trabajando duro para brindar consuelo y alivio, pero las recompensas superan por completo el agotamiento.
Asimismo, el trabajo que le espera a la iglesia será agotador. Enfrentaremos dificultades a medida que alineemos nuestras vidas al servicio del Mesías y de aquellos a quienes Él llama “la niña de sus ojos” (el pueblo judío, Zacarías 2:8). PERO las recompensas serán eternas.
Entonces el Rey dirá a los de su derecha: «Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recibisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí». Entonces los justos le responderán, diciendo: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos como forastero, y te recibimos, o desnudo, y te vestimos? ¿Y cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?». Respondiendo el Rey, les dirá: «En verdad os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos hermanos míos, aun a los más pequeños, a mí lo hicisteis» (Mateo 25:34-40).
Escrito por Kori, staff de Life in Messiah
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